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Sarkozy promete a Bush reconquistar el corazón de América en nombre de su país
El presidente francés pide al Congreso de EE UU que confíe en Europa
Actualizado: GuardarAyer no era George W. Bush el que hablaba de la grandeza de EE UU, cuna de la libertad, adalid de la democracia, defensor del mundo. El que repetía su manido discurso era ahora su nuevo amigo, Nicolas Sarkozy, el mandatario francés que al llegar a la Casa Blanca el martes le prometió «reconquistar el corazón de América de forma duradera».
Para eso no bastó con resucitar al marqués de Lafayette, aliado de George Washington durante la rebelión contra los británicos, ni recordar con sentido patriotismo los ataques del 11-S. Hubo que echar mano de Elvis Presley, Marilyn Monroe, Rita Hayworth, John Wayne, Charlton Heston ...
Todos ellos, y muchos, más estuvieron en boca de Sarkozy durante su oda americana ante el Congreso estadounidense. Era la primera vez que se dirigía a la Cámara un presidente galo desde 1996, y la comparación era inevitable. Si con Jacques Chirac muchos legisladores abandonaron el hemiciclo en protesta por las pruebas nucleares que Francia acababa de realizar, a Sarkozy le pidieron autógrafos, le interrumpieron con sonoros aplausos y le despidieron con una gran ovación.
El galán francés supo regalar les los oídos, reiterando una y otra vez su admiración por la inteligencia de los hombres y mujeres «que construyeron la nación más grande del mundo». Alabando su habilidad «para transformar su propio sueño en la esperanza de la humanidad». Y su coraje durante la guerra fría, «cuando EE UU una vez más se erigió como el baluarte del mundo libre contra la amenaza de una nueva tiranía».
Historia de amor
Repentinamente el pasado común de EE UU y Francia era una tórrida historia de amor y heroicas demostraciones de apoyo mutuo, del que la palabra Irak había desaparecido, tan sólo sugerida como «las vicisitudes de la historia», que según Sarkozy nunca lograron debilitar tan fuerte alianza. Hubiera sido como mentar la soga en casa del ahorcado, una tarea sucia que quedó para la prensa en el turno de preguntas que siguió a la visita de la mansión en la que George Washington se reunió con el valeroso general francés.
Horas antes Sarkozy había condecorado a los veteranos de la II Guerra Mundial que lucharon en las playas de Normandía y se había reunido con el Comité Judío Americano, al que urgió a «atreverse con la paz». Fue allí donde también reivindicó, para decepción de su audiencia, el derecho del mundo árabe a poseer energía nuclear, «incluyendo a Irán», dijo, además de mencionar específicamente a Siria. Sólo que Sarkozy no cree que estos países en los que no confía deban fabricarla, sólo comprarla a las potencias.
En su visión del mundo aparece una Europa fuerte en la que «reactivar la construcción de sus capacidades militares», con «un presidente estable y alto representante más poderoso en política extranjera y de seguridad», elucubró. Una Europa que comparta el peso de velar por el mundo junto a Estados Unidos con una OTAN renovada. Por eso su otro gran mensaje de esta primera visita oficial a Washington era: «Confíen en Europa», dijo a los congresistas.