Los misterios del palo cortado, bajo la lupa

La biotecnóloga y enóloga, Isabel Lloret, salida también de la Universidad de Cádiz, es a sus 26 años una gran experta en vinos del Marco de Jerez. Y además, una amante de la conservación de las costumbres bodegueras. Con su proyecto, también en marcha, trata de dar algo de luz al origen del palo cortado, un vino que también empieza a tomar fuerza tanto en el consumo como en las cocinas.

«Siempre se ha dicho que es un vino que sale solo pero queremos darle cobertura científica y tecnológica a ese proceso, cuáles son los fenómenos que se producen para que nazca», cuenta Lloret. De momento, se encuentra trabajando con bodegas del Marco que ya se han interesado por su idea de poner en su sitio el palo cortado, para algunos un vino fruto de un error que se da en unas botas sí y en otras no y, para otros, un arte de entendidos.

«Podemos revalorizar ese vino. Dar una especie de manual de prácticas sobre su crianza que pueda mejorar dicho proceso e incluso salvarlo».

Cáscara de naranja de combustible

Por su parte, la profesora Ana Blandino, ingeniera química y una experta ya en el grupo en el que trabaja junto a Palacios desde principios de los 90, trabaja también en el aprovechamiento. En su caso, en el de los residuos agroindustriales. Su objetivo: conseguir producir combustible (bioetanol) de productos desechados en primera instancia como por ejemplo las cáscaras de naranja, las cascarillas de arroz, el vagazo del trigo o las pepitas de la uva.

Se pueden utilizar desde para producir enzimas, las moléculas que hacen que las reacciones se produzcan de forma más rápida, como por ejemplo para la fabricación de detergentes, hasta para zumos ayudando a clarificarlos haciéndolos menos densos.

Y en el uso industrial, para fabricar bioetanol por medio de levadura sobre azúcar. En este caso al ser azúcar de estos residuos su producción sería mucho más barata.