Astrolabio

Lo que la verdad esconde

Los catalanes no son conscientes de los perversos efectos que esperan a sus bolsillos en los próximos años

El presidente en funciones de la Generalitat, Artur Mas, este martes EFE

BIETO RUBIDO

La batalla que han planteado los independentistas no se puede perder. Y tampoco basta con ganarla, además. El asunto ha llegado más lejos de lo imaginable. De él se derivarán consecuencias éticas, políticas y económicas. Los catalanes no son conscientes de los perversos efectos que esperan a sus bolsillos en los próximos años. Se han convertido en un territorio inestable y poco fiable para la inversión. Desde el punto de vista político, se antoja una sociedad casi ingobernable. Desde la ética, sorprende hasta qué punto una elite extractiva, liderada por la familia Pujol, juega con la suerte de toda una comunidad para tapar la vergüenza de su corrupción. Lo que parecía sólo un divertimento de una oligarquía frívola y cómoda se inoculó en la calle a través de una operación mediática sin precedentes. Esa transferencia del independentismo al pueblo no hubiese sido posible sin la actitud oportunista, y a veces acomplejada, de intelectuales, políticos de izquierdas, periodistas de cabecera y jurisconsultos tibios. Al extremo de invertir la óptica que convierte en responsables de este delirio a todos menos a Pujol y Mas. Precisamente.

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