Hitler había exclamado tres años antes del colapso, cuando Alemania había conquistado media Europa, que «el tanque es un arma que ahorra sangre». Sus fuerzas acorazadas habían derrotado a los potentes ejércitos de Polonia y Francia, y habían puesto contra las cuerdas al Ejército Rojo, recurriendo a la Guerra Relámpago o «Blitzkrieg», una doctrina que transformó la atroz guerra de trincheras y de desgaste de la Primera Guerra Mundial en una guerra basada en el factor sorpresa y en el empleo masivo de tanques en una zona adecuada. «De forma resumida, consiste en una gran concentración de medios acorazados que, apoyados por la aviación, realizan una penetración en profundidad sobre las líneas enemigas, impidiendo al adversario su capacidad de replegarse y de organizarse defensivamente», escriben a través de correo el Teniente Coronel José María Ortega y el Capitán Ignacio Notario, integrantes del Regimiento de Infantería Acorazada «Alcázar de Toledo» nº 61.
Después de repasar el catálogo de poderosos y gigantes carros germanos, resulta sencillo olvidar que
las victorias alemanas de la «Blitzkrieg» se produjeron cuando usaban pequeños carros de combate, que en ocasiones iban equipados con ametralladoras y que, en general, poseían blindajes relativamente débiles. Eso sí, siempre en grandes cantidades. Es decir, todo lo contrario de lo que ocurrió en las últimas etapas de la guerra y durante el período reflejado en «Corazones de Acero». Tal como explica Charles Michael Baily en su obra sobre el desarrollo de los carros estadounidenses, «
en los primeros años de la guerra la ventaja alemana fue de doctrina», por usar esta revolucionaria Guerra Relámpago, pero «en los últimos años fue tecnológica».
El pequeño Panzer I le permitió a los alemanes cosechar enormes éxitos con la «Blitzkrieg» (Archivo ABC)
De hecho, después del «paseo» de las fuerzas acorazadas alemanas por media Europa, los aliados renovaron sus tácticas para hacer frente a la amenaza de la Guerra Relámpago. «Su influencia fue tal que llevó a reorganizar la táctica de los ejércitos británicos y sobre todo estadounidenses, que a diferencia de los alemanes, pudieron motorizar completamente todas sus unidades, logrando llevar la "Blitzkrieg" a su perfección», escriben Ortega y Notario.
Así, las virtudes tecnológicas de los carros alemanes no pudieron protegerles del declive general de la Wehrmacht en el último año de la guerra ni «del colapso industrial, de los recortes de producción, de los pobres controles de calidad, de la escasez de repuestos, de la falta combustible que estorbó el entrenamiento y las operaciones de combate, de la pérdida de calidad en los últimos meses de la guerra, ni de las malas decisiones tácticas», escribe Steve J. Zaloga en su obra «Panther vs Sherman». Y concluye: «En la guerra moderna, las armas requieren un balance entre calidad y cantidad».
El siguiente paso: el «Main Battle Tank». En la imagen, un Leopard 2E español (Fabían Simón)
Aunque el conflicto estuviera perdido para los alemanes, su revolucionaria Guerra Relámpago transformó la forma de combatir hasta nuestros días. Tal como consideran el Teniente Coronel Ortega y el Capitán Notario, «la Blitzkrieg tiene plena actualidad (…) Con el empleo de drones, helicópteros y apoyo aéreo, y combinado con otro tipo de unidades terrestres, la Guerra Relámpago se mantiene actualizada y puesta al día». En la actualidad, el «Main Battle Tank» (MBT) tiene el mismo cometido que tenían los carros de la Segunda Guerra Mundial y lucha hoy en Siria, Ucrania o la franja de Gaza.