tradiciones
Breve guía lingüística para visitar Córdoba
«Durar más que las obras del murallón» y otras cosas que debe conocer si no quiere perderse entre la Mezquita y la Judería
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Visitar Córdoba durante el puente de la Inmaculada es una alternativa para el fin de semana turístico. Pero las complejidades del idioma, incluso para el viajero nacional, son un problema. Aquí va una pequeña guía para el turista ocasional o el foráneo que desee trasladarse a la ciudad de la Mezquita.
«Durar más que las obras del murallón» puede ser una de las construcciones locales que puedan encontrarse si tardan, por ejemplo, en servirle en el restaurante. No teman. Solo es una forma de decir que algo se demora más de lo recomendable.
Córdoba sufría unas enormes inundaciones que a finales del siglo XVIII se intentaron paliar con un enorme muro en la orilla del Casco Histórico. Las obras acabaron 200 años después de su inicio y solo con la intercesión de los sucesivos ministros cordobeses. Aún hoy, hay zonas del término municipal sin defensa fluvial.
Tranquilos también si alguien amenaza con «pegarle un telefonazo» o, en su caso, «echarle el teléfono». Solo quiere realizar una llamada. Y «atacarse» no implica violencia. Solamente recogerse los faldones de la camisa dentro de los pantalones. Nadie, por cierto, le pedirá que lo lleve a algún sitio porque la forma correcta es «que lo acerquen». No pregunten las razones.
La unidad de medida más extravagante que se puede encontrar en Córdoba es «ahora después». No es inmediatamente, ni muy tarde. Y exige la paciencia del antropólogo quedar con alguién «ahora después» porque lo normal es no acertar las primeras veces. Viene ser más o menos como el indicativo temporal «ya si eso». Al principio, es un arcano pero se le va cogiendo el tranquillo. Keep calm.
El vino fino se toma en medios (una copita estrecha) con o sin corona (lleno del todo, o no). Y, bien, lo que un turista cree que es el salmorejo (lo que venden por ahí y en bote), pues no tiene nada que ver. Es otra cosa. El flamenquín es un cilindro de carne de cerdo con jamón serrano en su interior y empanado o emborrizado con pan rallado. Los hay para celíacos.
Ambos son los platos nacionales junto al perol, una fiesta campestre en la que se come como si no hubiera un mañana. El plato central suele ser arroz con algo de caldo y un montón de ingredientes secretos flotando. Antes, se comen sardinas, migas, chuletas, pinchitos, chorizo y morcilla, entre otras cosas. Por alguna razón ignota, en esas fiestas se acaba de comer sobre las seis de la tarde.
Vino tinto y gaseosa. Ustedes lo llaman tinto de verano pero se equivocan. En Córdoba es «valgas» o «vargas» por una taberna que lo anunciaba por la abreviatura del Valdepeñas y la gaseosa en sus pizarras. Pueden pedirlo con refresco de limón. Como en otras zonas de España, el combinado es el cacharro. Excluyendo obviamente el gin tónic con cosas extrañas en su interior. El imbécil que intenta ligar en un bar arrimándose más que un yerno será tildado inmediatamente de «guacharro» y la chica que rechace a un muchacho, de «cordosiesa».
A los hipsters, en Córdoba le llamamos «fartuzcos» o «fartuscos» aunque el vocablo vale para todo aquel que haga el tonto. El «pego» es la acción del «fartuzco». La gente, que es más cumplida que un luto, tiende a hablar con determinadas vocales muy abiertas y, pese a que su equipo de fútbol va último en la Liga, tiene un presidente que asegura que cuenta con la mejor plantilla de España.
Efectivamente, Córdoba es muy rara. Disfruten del viaje.
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