interés turístico
El camino al mejor mirador
Los visitantes llenan todos los turnos para conocer la torre de la Mezquita-Catedral tras su reapertura
Lorenzo García, valenciano, no ha vuelto a Córdoba sólo para subir a la torre, pero sí se ha encontrado con la sorpresa. Pertenece a una especie que ya no se rejuvenece todos los años, pero que todavía tiene a mucha gente repartida por toda España: hizo el servicio militar en Córdoba, y lo mismo pueden contar muchos varones de su edad y un poco más jóvenes. «Me enteré en el periódico y quise venir a verlo», dice, mientras recuerda que ya en su juventud, cuando estuvo en la ciudad, visitó la Mezquita-Catedral, pero nunca subió al campanario, a pesar de que entonces sí se podía ver.
Ayer fue uno de los primeros visitantes que se asomó a la construcción de Hernán Ruiz III, y bajó muy contento por lo que había visto. El día después de la reapertura de este espacio no concentró en la Mezquita-Catedral largas colas, aunque el Patio de los Naranjos, pero tampoco vio ningún turno en que hubiera menos de 20 personas, el máximo para hacer una visita con las garantías mínimas.
La lluvia fina cala y la pregunta por la forma de conocer la torre ya es un clásico. Los empleados del Cabildo explican que hay nueve turnos por la mañana y seis más por la tarde, con sensibles diferencias.
Al campanario se puede subir a partir de las 9.30, y quienes lo hacen, siempre en un máximo de 20 personas. Cuando entran se cierra la puerta y pueden estar en el interior media hora. Al cabo de ese tiempo, bajan en grupo y suben los siguientes, sin solución de continuidad. Los empleados del Cabildo atienden a un par de matrimonios que se interesan por la visita, y que reservan para una hora más tarde. «Tenemos tiempo para ver la Mezquita por dentro y luego venir», cuentan mientras apuntan la hora.
Al rato baja uno de los grupos. Llegaron desde Albacete y ni se pensaron la visita. María admite que la subida al último cuerpo pesó un poco en las piernas, «pero ha valido mucho la pena cuando se estaba arriba». A su lado, Alberto, su marido, mira el folleto que ha editado el Cabildo sobre la torre y busca información sobre el cupulín interior y los arcos que sobreviven de la época de Abderramán III. Le han gustado las vistas y trae muchas fotos, pero también preguntas sobre las columnas con capiteles omeyas que todavía se ven en el interior. «Es como la Mezquita, se superponen unas cosas sobre otras, muy interesante todo», cuenta, mientras otra mujer, María José, relata cómo ha visto impresionada el camino del río, los muchos campanarios de las iglesias y el solar de la ciudad.
Fotografías
Cuando terminan de bajar, aguardan su turno dos cordobeses: Francisco Domingo y Francisco Madrigal. Para quienes nacieron o residen en la ciudad, la visita es gratuita, pero sólo en horario de tarde. Si quieren hacerlo por la mañana, deberán pagar los dos euros que cuesta la entrada al común de los viajeros. Ambos han decidido hacerlo y pagar la entrada mejor que esperar. «Somos aficionados a la fotografía», dicen mientras muestran equipos de buena calidad que llevan colgados a la espera de tener las mejores panorámicas de una ciudad inagotable para la estética.
Francisco Madrigal, que entrega una tarjeta para conocer su blog fotográfico, recuerda que la primera vez que subió al campanario de la Mezquita-Catedral fue en 1964, y que entonces se podía llegar incluso más alto. «Bastaba con dar una propina al campanero y guarda y después nadie miraba dónde se llegaba», dice. Ahora, cuando se llega al cuerpo superior, hay una barrera para no continuar a la zona más alta, donde no se puede garantizar en absoluto la seguridad de quien pase. «Antes subíamos sin ningún problema hasta arriba del todo», cuentra entre risas mientras remata que «era un poco un cachondeo». Hoy eso no es posible, y los carteles del Cabildo Catedral hablan de que subirán las personas «con una capacidad física razonable» para llegar hasta los cuarenta metros, que equivale a subir «a un bloque de doce plantas».
«Qué vistas más bonitas, y qué impresionante la Mezquita vista desde arriba», cuenta Ana, de Sevilla, a quien también sorprendió la noticia de visita en la ciudad y no desperdició la oportunidad de subir hasta la mejor panorámica.
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