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¿Por qué se celebran las victorias con champán?

El rally Pekín – París de 1907

China, 12/06/1907. El rally Pekín-París en automóvil. En la imagen, los automóviles en la pendiente de Tcha-Tao, durante la tercera etapa; al fondo, en el último término, se ve la Gran Muralla de china coronando la línea de montañas
China, 12/06/1907. El rally Pekín-París en automóvil. En la imagen, los automóviles en la pendiente de Tcha-Tao, durante la tercera etapa; al fondo, en el último término, se ve la Gran Muralla de china coronando la línea de montañas - ABC
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¿Saben ustedes porque se celebran las victorias de las carreras de automóviles –y otras competiciones- abriendo una botella magnum de champán? Se lo explicamos.

El 31 de enero de 1907 apareció una nota en el periódico parisino Le Matin que decía: «Lo que necesita ser probado hoy en día es que un hombre con un coche puede ir a cualquier parte y hacer lo que quiera. ¿Hay alguien que se comprometa a viajar este verano desde Pekín a París en automóvil? Parece el comienzo de una novela de Julio Verne, pero es real y fue el comienzo de la mítica carrera organizada por Le Matin. Al reto contestaron cincuenta valientes. Todos ellos tenían que afrontar por sus propios medios el viaje hasta Pekín y todos los gastos del recorrido. Eso hizo que finalmente sólo fueran cinco los que el 10 de junio de 1907 tomaron la salida frente a la embajada de Francia en Pekín: Un Itala, italiano, conducido por el Príncipe Scipione Borghese, con su chofer Ettore Giuzzardi, al que acompañó el periodista Luigi Barzini del Daily Telegraph, y que resultó ganador; el Spyker holandés conducido por Charles Godard, que terminó segundo; dos DeDion franceses, conducidos por Geroges Cormier y Victor Collignon, que terminaron tercero y cuarto, y el triciclo Contal francés, de Auguste Pons –que nunca había conducido y que tuvo que vender las ruedas para llegar a China- que se quedó en el Gobi.

No había reglas, ni asistencia de ningún tipo, ni rutas delimitadas. Por delante 16.000 kilómetros a través de territorios ignotos. Era la aventura en estado puro. Cada uno se las apañó como pudo, aunque el mejor preparado era el Príncipe Borghese, que entró en la meta de París el 10 de agosto de 1907 a las 16:30. Su premio, una magnum de Champán Mumm que el príncipe abrió y compartió con sus compañeros y el público. Es el comienzo de la tradición de abrir una magnum, que pervive a día de hoy en la finalización de las carreras. Veinte días después entraban los otros tres participantes.

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